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Viaje (Relato I)

Caminamos, ellos en sus besos y yo mirando a todos lados, disfrutando las casas, las calles, los autos; tratando de memorizar bien todo aquello donde estaba por primera vez; linda ciudad. Llegamos los tres; la linda pareja y yo. Llamamos a la puerta, esperamos. Me habían contado ya de esta chica; guapa, blanca, agresiva, pero lo que más recordaba haber escuchado es ese adjetivo tan simple y lindo; «chichona».

Por fin salió… casi desnuda, con una camisa a medio muslo y una mirada provocadora, un poco tímida… Creo que no esperaba que yo estuviera ahí, si lo hubiera sabido tal vez se habría puesto un pantalón -ja- que bueno que no lo hizo; así pude observar esas hermosas piernas. Pasamos y se vistió delante de mí, en realidad delante de los tres pero quise creer que lo hacía solo delante de mí y creo que también ella quiso creer lo mismo.

Yo tranquilo saboreaba ese espectáculo cada vez que podía ver, me recargué sobre la luz de la ventana y seguí mirando cuando se agacha… cuando se mueve… cuando acomoda su escote… Yo seguí mirando. Se acercó a la luz con su maquillaje y su espejo y no me moví ni un centímetro, la tenía tan cerca y olía tan bien, solo seguí disfrutando y respirando lento. 1.70 cm de estatura más o menos, piel blanca y provocadora, hermoso rostro, hermoso trasero como para morder por sobre el pantalón de mezclilla que se ponía mientras se inclinaba justo en frente de mí, tentador como para morderlo luego por sobre sus bragas antes de disfrutarlo sin envolturas y sudando sobre mis labios y mi lengua; todo esto pensaba mientras la tenía tan cerca. Seguí viendo y pensando y asegurándome (aunque ya no hacía falta) que el adjetivo simple y lindo le quedaba a la medida. Salimos, caminamos y bromeamos, ya eramos cuatro ahora, menuda suerte la mía, menuda suerte la de ella.

Otra casa, llamamos de nuevo y nos invitaron a pasar, entramos; nos tiramos sobre esos sillones de cuero color amarillo, nos buscamos con roces, con miradas, nos hablamos demasiado, nos tocamos sin querer muchas veces, un simple roce de sus pies sobre mis dedos prendía el fuego. Mientras ella recostada yo le pasaba mis dedos por sobre sus zapatos, entre más nos acercábamos más calor hacía, y ella siempre lo decía; hace mucho calor, decía.

Alcohol y marihuana, fume de su pipa mientras encendía el fuego tan cerca de mi boca, me recosté después del golpe y dejé de sentirme tan incómodo por estar en una casa ajena con nuevos amigos que apenas estaba conociendo y pensando en estas cosas. Todos nos relajamos, por fin nos relajamos y escuche a alguien decir; tranquilos, nadie llegará a casa hoy ni mañana, eso me relajó y apagó mi lado alerta. Me dejé caer en el sillón y la tumbé sobre mi pecho, acaricie sus labios con los míos, y calentamos juntos nuestra saliva; la sentía moverse, frotar su trasero en el cuero del sillón, sentía su olor llamándome y su intimidad abriéndose para mí… subamos tu y yo solos… arriba no nos molestará nadie.

La tomé por detrás y me aferré a su cintura, subimos despacio disfrutando cada roce, mi miembro creció entre sus nalgas, entre su mezclilla y la mía. Llegamos.  Una cama, la tarde entera y la noche, nosotros dos. No solté su cintura, me aferré más y baje a sus caderas mis manos mientras trataba de romper mi pantalón y el suyo con mi erección que se movía en círculos sobre sus nalgas, gemía rico mientras besaba su cuello; sentía su mano doblarse para sujetar mi nuca y apretarme a su piel mojada y ardiente, ardía mi hermosa presa… ardía yo… su presa en la lujuria.

Quite su blusa y deje su sostén para acariciar sus tetas por sobre la tela. Pezones hinchados y duros. Quise morder y mordí por sobre la tela roja, quise lamer y lamí mojando con mi saliva, gemía, solo gemía y me miraba.Yo sabía lo que quería. Yo lo quería pero quise seguir saboreando aún más, antes del gran banquete de humedad y carne.

La tiré sobre la cama y le desnudé los pies y los muslos… estaba indefensa ahí para mí solo en ropa interior y goteando por mí. Nunca había sentido mi pene tan grande y lleno, listo para descargar por todos lados , impaciente, pero totalmente en mi dominio… me tire a sus pies y lamí su empeine, cada dedo, cada fisura probó mi saliva y mis mordiscos, sé que lo sentía en su sexo, sentía hasta allá las embestidas con mi lengua, lo sentía y le fascinaba. Me comí sus pies; estiré mis manos y tomé sus tetas, entré por debajo de la tela y apreté sus pezones, sabían tan bien sus gemidos.

No pude más y me comí su coño, con mi boca quite sus bragas y después de oler y saborear, respiré sobre su hermosa vulva, hinchada y rosada, jugosa, respiré y le dejé sentir mi aliento y mi presencia, luego me comí su carne y bebí sus jugos mientras se venía con mi lengua adentro moviéndose de un lado a otro, estuve dentro y temblamos juntos.

Le dí a probar de mi carne , mi falo hinchado y mi glande casi reventaba, su boca mamó como una diosa, le di toda la leche que tenía en ese momento, fue exquisito. No esperaba esto y no tenía un preservativo, así que me comí su culo, la volteé y preparé su hoyito con mi lengua y mi saliva -mmmmm- por fin me comía ese culo, ella solo gemía, como una linda putita, hermosa. La hinqué delante de mí de espaldas a mi pene sediento y me hinqué detrás de ella, con mis manos acaricié su vulva y noté que cada vez se mojaba más, su coño ardía en mis manos. Busqué la entrada y entraron tres de mis dedos, me recargué en su hombro y en su espalda y busqué su ano; entré… que sensación…. le rompí el culo bombeé mucho tiempo y descargué aún más de mi leche caliente en su hermosa colita, lo más profundo que pude. Sus gemidos lo decían todo… la noche aún no llegaba y yo tenía muchas cosas en mente todavía.

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